Cortázar comió a las tres




INTERIOR, MEDIODÍA DE VERANO. Amplio dormitorio de un apartamento moderno con huellas de desorden de la noche anterior (copas, platos, cigarillos, ropa esparcida por el suelo). ELLA, joven, bonita, duerme desnuda en la cama.

La despierta el ruido de la puerta de entrada que se cierra. Se da cuenta de que nadie duerme a su lado. Recoge del suelo una camisa blanca de hombre y se la pone; le queda enorme. Mira por la ventana.

En el baño, ELLA se lava la cara. En el espejo ve una nota: “¡Hola! Duerme y repón fuerzas... No hagas caso de Cortázar, que no come hasta las 2. Besos, Alberto”.

Cuando va a secarse las manos, la toalla se le escapa y se oye un maullido. Se agacha y descubre a Cortázar, un gato negro, semioculto por la toalla que le ha caído encima. En cuclillas, lo acaricia y juguetea con él.


                     ELLA
Hola, Cortázar. Veo que de día no eres tan tímido. Qué guapo eres...

En el salón, ELLA enciende un cigarrillo que saca de su cartera, busca y recoge sus cosas, pone música clásica y ojea el resto de los discos, la biblioteca y las fotografías originales de las paredes, firmadas por Alberto: paisajes desérticos en blanco y negro, que de cerca resultan ser primerísimos planos del cuerpo femenino.

Recorriendo el piso, ELLA encuentra una puerta cerrada (gira el picaporte y no logra abrirla), con un cartel publicitario de papel fotográfico o algo por el estilo que sugiere que se trata del cuarto oscuro de Alberto.

Cortázar maúlla. ELLA dirige la mirada hacia la puerta de la cocina, donde está el gato, y en el reloj de la pared ve que es la una.

ELLA busca el teléfono de la cocina, coge el receptor y marca un número.

                     ELLA
Hola, ¿está Pedro? ...Cinco cero dos seis ocho dos cero... ¿Prefijo? Pues no he marcado ninguno... En Madrid... Anda, claro... vale, gracias.

ELLA vuelve a marcar.

                     ELLA
Hola, Pedro, soy yo. Oye, prométeme que no te vas a enfadar. ...Claro que me importa. ¿Pero no lo puedes pasar a otro día?(baja la voz) Aún sigo en casa de Marta, ¿sabes? Que ha tenido otra movida con su ex y está hecha polvo... (Gritando en voz baja) Pero ¿cómo iba a dejarla sola?

Al subir de tono la conversación, Cortázar, desde un rincón, escucha atento, y sigue con la mirada los movimientos de ELLA.

                     ELLA
(subiendo la voz) Pues si tu jefe es tan majo lo entenderá perfectamente... No, ya. Que tengo jaqueca, yo qué sé... (Furiosa) Pues le dices que no quieres ir solo y en paz... ¿Oye? ¿Pedro?

ELLA cuelga. Cortázar se le acerca.

                                                     ELLA
(enfadada) ¿Y tú qué quieres? (enternecida) Ven, ven aquí, que la cosa no va contigo...

ELLA alza a Cortázar y le hace caricias. De nuevo impaciente, lo deja en el suelo y vuelve a coger el teléfono. Marca otro número y se pasea mientras espera que comunique.

                                                     ELLA
Sí, ¿por favor con Marta? ...Pues le dice que me llame al... (ELLA no encuentra el número de teléfono del que llama en el receptor ni en el aparato) No, mejor la vuelvo a llamar yo, adiós.

ELLA va a la cocina y cuelga el teléfono. Contrariada, coge un cazo para calentar leche. Abre la nevera y ve que no hay casi nada sólido, más que dos o tres envases transparentes con comida para gato. Busca en los armarios y sólo encuentra pasta y cajas de té. Pone agua al fuego en una tetera de esas que suenan.

Suena el timbre. ELLA va hacia la entrada y descubre que está echada la llave.
        
                                                     MUJER MAYOR
(en off)¿Alberto? ¿Oye?

ELLA espía por la mirilla. Maruja a la vista, deformada por la lente y por años de marujeo.

                                                     ELLA
Alberto no está, señora. Perdone que no le abra, pero es que la llave se la ha llevado él.

                                                     MUJER MAYOR
(en off) Oiga, ¿le importaría abrirme? Es que necesito pedirle algo prestado.


                     ELLA  
(buscando alguna llave en el aparador cerca de la puerta, en tono más alto)
Lo siento, señora, pero no encuentro la llave.


                     MUJER MAYOR
(en off) Pues le dices a Alberto cuando se despierte que a ver si me deja la Moulinex.

                     ELLA
(sonriendo) Vale, se lo diré.

                     MUJER MAYOR
(en off, al mismo tiempo que la réplica de ELLA) Gracias, hija. Ah, y muy bien que no me abras, oye. En estos tiempos no se puede confiar en nadie. Oye por cierto, ¿cómo sigue Alberto?

                     ELLA
(divertida por la situación) Bien, muy bien. Le daré recuerdos suyos, si me dice su nombre.

                     MUJER MAYOR
(en off) Me alegro de que tenga compañía. Eso es buena señal. Hala, adiós hija.

ELLA ve las flores secas del jarrón sobre el aparador. Va a la cocina, las tira a la basura y enjuaga el jarrón. El pitido del agua hirviendo, sumado al ruido del agua que corre, tapa el sonido del teléfono. Cuando pasan los ruidos se oye el último timbre y se activa el contestador. ELLA vuelve al salón para oír mejor.

                     MUJER JOVEN
(en off, en tono amistoso) Hola, en este momento no podemos atenderte. Déjanos un mensaje, anda.

La voz de mujer desconcierta a ELLA.

                     OTRA MUJER MAYOR
(en off, insistente, con voces de otras personas de fondo) Oye, Alberto, ¿no va siendo hora de que cambies de mensaje? Vamos, digo yo. Eso si insistes en seguir viviendo ahí, nadie se explica por qué no vuelves a casa. Semejante gasto. Pero bueno, te llamaba porque estaba un poco triste de que no vinieras a verme hoy para mi santo. Habrás aprovechado el puente para irte por ahí, que es casi mejor. A menos que estés allí y no quieras hablar con tu madre... ¿Alberto? Bueno, pues del puente de la Constitución no pasa, ¿eh? Que hace siglos que no te veo. Hala, un beso. Cuidaté, hijo.

Sobre el final del mensaje se oye el ruido de algo de cristal que se rompe. ELLA vuelve a la cocina y ve el jarrón hecho añicos en el suelo y a Cortázar que escapa asustado.

                     ELLA
Cortázar, ¿te has hecho daño?

ELLA mira a ver si encuentra a Cortázar sin demasiada preocupación. Sirve el té y se agacha a recoger los trozos de cristal roto.

Son las dos y diez; el piso ha quedado en silencio. ELLA sirve la comida y espera que Cortázar aparezca. Nada. Lleva el té al salón y pone otro disco. Se sienta en la alfombra y hojea un libro de pintura de Francis Bacon. De repente recuerda algo.

                     ELLA
¡Coño, Marta! (coge el teléfono y marca apresurada) Hola, Marta, soy Pilar. ¿Te ha llamado Pedro? Uy, menos mal... Pues si te llama, le dices que he salido un momento, pero que he pasado la noche allí contigo, ¿vale?

Más aliviada, ELLA se tumba boca abajo sobre la alfombra y sigue hojeando el libro mientras habla.

                     ELLA
(en tono de confesión, conteniendo el entusiasmo) Pues sí, hija, la carne es débil...¡De escándalo, como era de suponer! (ríe)

Cortázar se acerca ronroneando. Sus huellas dejan manchas de sangre a espaldas de ELLA.

                     ELLA
No lo sé, pero Madrid no es... (explica, tentada de risa) Es que tenía un pedo que no veas, si hasta me quedé dormida en su coche... (repara en el gato) Hola, Cortázar, te he puesto comida... (al teléfono) Tiene un gato muy mono.

ELLA se incorpora y carga a Cortázar, que le mancha de sangre la camisa sin que ELLA lo note. Lo lleva a la cocina y le muestra la comida, pero el gato se escapa otra vez. Sola ante el fregadero, ELLA prueba distraídamente el resto de comida de la cuchara antes de enjuagarla.

                     ELLA
Pues aquí en la calle igual, ni Dios... Que no... Aunque la madre es un loro de mucho cuidado... Dejó un recado en la máquina... Me late que está de Rodríguez, ¿sabes? ... Que sí, mujer. Pues no veas lo que había planeado Pedro para el puente: un día entero con su jefe y su mujer en Sigüenza. Menudo plan con el pesado ése, ¿te acuerdas de cuando me quiso meter mano aquella vez? ... No, cómo se lo voy a decir a Pedro... Yo también, le quiero muchísimo... Pues un día lo entenderás. Oye, no olvides lo que te dije, ¿eh? Si llama, le dices... Vale, un beso. Adiós.

ELLA cuelga y vuelve al libro de fotos. En él sí ve manchas de sangre.          

                     ELLA
¿Cortázar? ¿Te has hecho daño? ¿Dónde estás?

ELLA pasa frente a un espejo y ve las manchas de la camisa. Asustada, busca a Cortázar (siguiendo sus huellas) y lo encuentra bajo la cama. Lo lleva al baño y le limpia las patas: no tiene ningún corte.

                      ELLA
(confundida) Pero si tú no te has hecho nada, ¿de dónde...?
         
Cuando ELLA suelta a Cortázar el gato escapa hacia el salón. ELLA lo sigue más despacio y lo encuentra lamiendo la orilla de una mancha de sangre que asoma junto a la puerta del cuarto oscuro. ELLA intenta forzar la puerta.

                     ELLA
¿Alberto? ¿Estás ahí?

ELLA busca en la cocina algo para abrir la puerta, pero no lo logra. Coge el teléfono.

                     ELLA
Operadora, comuníqueme con emergencias... Sí, por favor, estoy con alguien que necesita un médico pero no puedo abrir la puerta para ayudarle... ¿No puede ver usted de dónde llamo? ... Jodidos ordenadores... A ver, un momento.

ELLA corre hacia la ventana y la abre.

                     ELLA
(hacia afuera)¡Oiga! ¿Qué calle es esta? (al teléfono) Mire, no veo a nadie... No, que no es broma, aquí hay alguien que se ha hecho daño... (impaciente, para sí), Pero ¿dónde coño se ha metido la gente? (al teléfono) Es que me he quedado encerrada... No, dentro (vuelve a asomarse a la ventana) ¡Oiga, señora! (para sí) Me cago en diez, la sorda tenía que ser (al teléfono) A ver, un momento.

ELLA deja el teléfono y corre hacia la habitación. Abre cajones y puertas (en una mitad del armario se ve ropa de hombre y la otra está totalmente vacía), pero no encuentra nada. En eso ve en un estante alto una maleta con una etiqueta; al tirar de ella la maleta cae al suelo y se abre. ELLA arrastra la maleta hacia la cocina, donde está el teléfono, esparciendo tras de sí por el pasillo el contenido: ropa interior de mujer, monederos, lápices de labios, tampones, llaves, pañuelos.

                     ELLA
Calle Garcilaso 75, apartamento diez D, de dedo, en Galapagar. ¿Oiga? ¿Oiga?

Desesperada, ELLA deja caer el teléfono y vuelve a acercarse a la puerta cerrada. Trata de abrirla a empujones.

                     ELLA
¡Alberto! ¿Pero qué te has hecho?

ELLA se inclina y espía por la cerradura. En eso repara en que el interruptor de la luz está del lado de afuera. Al encender la luz, ve por la cerradura una mesa con una Moulinex, una sierra, una maza, envases de plástico como los de la nevera y, casi fuera de campo, la mano de una mujer. ELLA vomita.

Ruido de llaves en la puerta de entrada. ELLA corre hacia la oscuridad del vestíbulo, echa un vistazo por la mirilla y trata de echar el seguro. Demasiado tarde: su expresión horrorizada queda iluminada por la luz del pasillo exterior a medida que se abre la puerta. ELLA retrocede. La sombra que avanza vuelve a oscurecerle el rostro. Su grito queda ahogado por el silencio y su imagen por un fundido en negro.

Durante los créditos, los pies de una mujer que alguien lleva a la rastra pasan junto al contenido desparramado de la maleta, donde se ven los documentos de identidad de dos mujeres jóvenes de nombre Pilar.

Nota buñueloide para el rodaje: tres actrices diferentes, cuyas caras resultan ser las de las fotografías de los documentos de identidad, pueden hacer el papel de Pilar, por turnos, una sola vez o varias. La que habla con Pedro y la que habla con Marta pueden ser la misma actriz... o no.

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