El primer tango


Me rondaba la idea de escribir una carta de lectores sobre el ensordecimiento del yeísmo rehilado rioplatense, es decir, de la fricativa post-alveolar sonora, en el cantante de tango (sh por y), que me parecía un burdo anacronismo porque (a maniáticos como a mí al menos) me sacaba inmediatamente del pasado del tango clásico que estuviera cantando para traerme al día de hoy. El sonido no existía en el habla rioplatense de entonces, (hay amplia bibliografía al respecto, de Amado Alonso en adelante) y desentona como un reloj pulsera en una película de romanos; lo había notado también en docudramas que se preciaban de su rigor histórico y lo demostraban... en todos los demás aspectos.

De golpe se me ocurrió que lo mejor era intentar un tango (socarrón) sobre el tema. Me puse a ello y me pareció que como primer paso podría "desconstruir" una composición ya hecha; elegí "Soledad". Le Pera no había podido ocuparse de detalles técnicos como los acentos internos, ni aprovechar ciertas invitaciones a la rima interna que sugiere la melodía de Gardel. Así que me di el lujo de debutar en estas lides nada más y nada menos que con un monstruo de Gardel, y como la idea en sí era bastante llana me esmeré con los artificios, como acostumbro.

Como no paraba de modificar el borrador pensé, eyaculador precoz artísticamente hablando (no hay más que ver el mamarracho, perdón, "fileteado" que encabeza este sitio web) que para "fijarlo" lo mejor sería llevarlo a SADAIC y registrarlo. Sobre todo porque ya desde antes quería darme una vuelta: había visto un documental sobre Francisco Canaro, de la célebre orquesta típica, y su fundación de SADAIC, que luego presidieron Homero Manzi y Ariel Ramírez, entre otros. También tenía la curiosidad de ir a ver su biblioteca y su museo.

Así que allá fui, un poco como un juego... En la ventanilla llené el formulario, hice lacrar el sobre en la librería de al lado y allí quedó La ye perdida, "protegida"...

Me recibieron las paredes con partituras originales (las de la Tía Rosita), la guitarra de Gardel, el piano de Discépolo y... el cenicero de Contursi (de los compositores el instrumento, de los letristas... el vicio: ¡a atesorar el mate!)

En la biblioteca, un imperdible Libro del Tango en tres tomos, de Ferrer por supuesto, de donde rescaté una frase que describe la situación en los años 20 (todo un hallazgo): "al tango lo rechazan en nombre de lo castizo que decreta pronunciar estrella con elle y no con ye".

¿O sea que debería enfundar la mandolina y resignarme? ¿Soy el reaccionario de ahora? Creo que no, porque la ye puso un "seyo" de diferenciación del habla criolla respecto de la española; la she es su inevitable relajación pero no reivindica nada. Sea como fuere, ¿hay algo más intrínsecamente tanguero que "llorar lo que has perdido/ buscar lo que has querido/llamar lo que murió"? (por cierto, la cita es de un vals de Rosita Melo, cuyo diploma de socia activa de SADAIC encontré para ilustrar esta entrada antes de que viniera a mi memoria).

Sin más glosa, la letra de marras está acá.

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